Un chico de 22 años me mea, me fistea y me encula a conciencia

La tarde había empezado bien. Se había pasado a usarme un tío de 33 años, fibrado y con unos ojos muy bonitos (es lo único que vi de él). Fue rápido, lo recibí a cuatro patas, llegó, se puso a palparme el culazo y mi paquete a través del jockstraps muy excitado, se puso el condón, escupió y me la metió. Ya desde las primeras embestidas le oía gemir sin parar, así que era de suponer que no iba a durar mucho. Efectivamente, en menos de 5 minutos lefazo al canto, se subió los pantalones y se fue muy satisfecho.

Al momento me escribió el chico de 22 años. Yo había ya visto su perfil algunas veces en Grindr y siempre me había parecido super guapo, pero nunca le había escrito porque dudaba que él fuera a estar interesado. El caso es que me escribió y me dijo que quería pasarse a montarme. Le dije que ok, sin problema. En la conversación, dejó caer que necesitaría mear también al llegar a mi casa. No sé si lo dijo con segundas o simplemente para avisarme que tenía que usar mi baño, el caso es que un par de insinuaciones picantonas más tarde me preguntó abiertamente si podía mearme. Lo cierto es que hacía años que nadie me meaba, pero recibir la meada de este chico me ponía. Mucho.

El chico llegó y le recibí a cuatro patas, en el pasillo. Era delgado y no muy alto, de la estatura que me gusta, y tan guapo como en las fotos aunque parecía incluso más joven. Se bajó la bragueta y y yo me di la vuelta para recibirlo de rodillas. En su mirada podía ver lo excitado que venía. Se sacó la polla, semidura y me metí en la boca. Ahí se puso dura del todo mientras yo lo mamaba con suavidad. En un momento, mi boca se inundó del calor y el sabor salado de su meada. Buenos chorros calentitos a presión que yo bebía a morro, como en el meme de "use the fag to recycle beer". La cantidad era tal que se me desbordaba de la boca y a duras penas podía bebérmela toda, aunque me tragué la mayor parte. Él también quería darme meada en otras partes así que la sacó de mi boca para mearme también en el pecho y en la cara. 

Cuando hubo vaciado la vejiga, pasamos a la cama para que pudiera usar mi culo. Me subí a cuatro patas con él detrás. El chico estaba excitadísimo y me la clavó allí mismo a pelo. Le dije que no iba a dejar que me preñara, pero que podía folllarme un poco a pelo antes de ponerse condón. 

Así estábamos, él entragado a follarme el culo y yo disfrutando del calor de su polla dentro de mí. El chaval estaba excitadísimo. Se echaba sobre mí, me mordía el cuello, me besaba en la boca sin sacarla de mi trasero mientras me decía que qué bueno estoy y cuánto le gusta mi culo. Lo notaba disfrutar y yo estaba también en el séptimo cielo entregado a él. 

Paramos y me puse a mamársela para que se corriera. Pero cambió de opinión y me dijo que quería follarme el culo un rato más. Sus deseos son órdenes. Tumbado sobre mí, bombeando, y de nuevo a cuatro patas.

La sacó y me metió un dedo, luego dos, tres, cuatro... Iba abriéndome el ojal más y más con su manita y su movimiento en círculos. Al principio sin lubricante, luego me fue echando un poco y yo me ayudé con un poco de popper para facilitarle la tarea. Entraron los cinco dedos y su mano (que por suerte era pequeña) hasta casi la muñeca, mientras él se pajeaba con la otra.

Estuvimos así un buen rato, con su mano en mi culo, hasta que le dije que hasta ahí y entonces la sacó y me volvió a enchufar su polla. Me había dejado el ojal tan abierto que ahora su polla bailaba en el interior. 

Lo oía jadear y gemir y me anunció que iba a correrse, que dónde quería la leche. Le di a elegir y dijo que en mi boca, así que volví a ponerme de rodillas mamándosela mientras él se pajeaba. Con mis labios formé un tunel sobre su polla y con mi lengua le recorría el glande. Eso, unido a la paja que se estaba haciendo, lo llevó al límite y de repente empecé a notara en la boca más chorros calentitos, estos más espesos y menos salados que los de la meada de antes. Él se agarraba a mi cabeza y yo le exprimía los huevos mientras se vaciaba en mi boca. En apenas un rato le había vaciado con la boca la vejiga y los huevos. La lefa en cambio no me la tragué.

Fue un polvazo. Al acabar, se vistió y lo acompañé a la salida. Por el camino pisé un pequeño charco de sus meados, ya fríos, en el pasillo.



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