Me dejaron el culo como una piscina de lefa


Me escribe un chico de 25 años. Pelo castaño rojizo, barbita, guapo, con mirada morbosa o de fumado, no sabría decirte, y buen cuerpo. Quiere usar mi culo y preñarme en la escalera de su edificio. Generalmente no hago salidas a domicilio, pero hace mucho que no me follan en un sitio público y me decido a ir. Me abre por el telefonillo y nos encontramos en mitad de las escaleras. Ahí en un descansillo me está esperando con su mirada entre chulo y vicioso. Palpa mi culo y lo soba con sus manos. Me pide primero que le mame para ponérsela dura y me agacho ahí en mitad de las escaleras con su rabo en la boca. Me da la vuelta, me bajo un poco los pantalones liberando mi culazo redondo y depilado, y oigo cómo escupe en su polla y me la clava. Estamos ahí en silencio, intentando no hacer ruido para que no se percaten los vecinos, él se agarra a mis caderas y mete y saca su rabo pelirrojo a pelo de mi culo hasta que en un momento me susurra en el oído que me va a preñar y con unos gemidos sordos comienza a llenarme el culo de lefa calentita. En cuanto acabo de prestar mi servicio, me vuelvo a subir los pantalones, él se guarda el rabo en los suyos, y me despido con una sonrisa yéndome escaleras abajo. A la mañana siguiente me escribe para volver a preñarme, ahora en la azotea. Si las paredes de ese edificio hablaran.

Ladislav es un oso alto y musculoso, con una gran barba blanca, anchas espaldas, duros pectorales hinchados y peludos y abdomen tatuado. Quiere que me siente en su cara y  no puedo negarme a eso. Me subo sobre su cuerpo, imponente y fuerte, y me abro las nalgas para que mi raja abrace su nariz y su boca. Siento su barba blanca como una almohada bajo mis huevos, haciéndome cosquillas, y su lengua pidiendo ojal, sacándole brillo y humedeciéndolo para después poder follarlo. Cuando lo tengo suficientemente húmedo me subo a cabalgar su rabo empinado y duro. Me siento en él y entra hasta el fondo. Lo cabalgo mientras mis manos estrujan sus pectorales y recorren todos sus tatuajes. Lo noto duro y húmedo entrando y saliendo a pelo de mi culazo. Cambiamos de posición y ahora toca el misionero. En esa postura extiende el brazo para obligarme a lamer sus sobacos. Me encanta su olor y sentirme sometido a él, su rabo taladrándome el ojal y sus brazos asfixiándome. Finalmente me da la vuelta para colocarme boca abajo, ofreciendo culo, y en esa posición brinca sobre mi espalda taladrándome hasta que comienza a gruñir de forma agresiva y siento su rabo palpitando y su leche de oso llenándome el depósito para que en unos meses tenga pequeños ositos de Europa del Este. Se levanta y me deja ahí, usado y tirado, con el culo cremoso mientras se marcha andando de una forma un tanto cómica, con su rabo aún goteando y sus espaldas de culturista.

El siguiente es un compatriota suyo, de poco más de cuarenta pero con un cuerpo que es pura fibra. Está rapado, tiene un bigotazo a lo Tom Hardy en Bronson y viste un impermeable amarillo. Se desnuda del todo, dejando a la vista ese cuerpo de gimnasio, y le pregunto si le daría morbo follarme delante de la ventana (estoy en un primer piso enfrente de uno de los monumentos más famosos de su ciudad). La idea le excita. Me coloca de pie frente a la ventana y me la clava de golpe por detrás. Es de noche y apenas pasa nadie a esa hora por la calle, pero deseo que todos miren, que vean a la puta española ser usada por un tipo random que no sé ni como se llama. Bronson, llamémosle así, no dura mucho. Le excita tanto la idea de follar frente a la ventana que en apenas dos minutos embistiendo mi culo comienza a gemir "Fuck fuuuck fuuuuuuuuuuuuuuuuck" y se agarra a mis caderas mientras vacía sus huevos chorro a chorro en mi interior.

El siguiente chico es muy bajito, mide poco más de un metro. Tiene acondroplasia o enanismo, pero eso es algo que me atrae. Alguna vez he visto porno de activos de sus características y pasivos de estatura estándar, y fantaseaba con estar en el lugar del pasivo. Nos encontramos y subimos en el ascensor de mi edificio. Siempre me incomoda tener que dar conversación en los ascensores, así que para evitar la cháchara me bajo los pantalones y le planto el culazo en la cara, que la tiene a esa misma altura. Él lo agradece y se afana en comérmelo. Llegamos a mi piso con la raja ya bien húmeda y me subo los pantalones para salir del ascensor por si me cruzo a algún vecino. Entramos, nos desnudamos y nos besamos. Él tiene un look bastante sexy y algo kinki que me pone. Su cuerpo puede ser pequeño, pero su rabo desde luego no lo es. Le cuelga casi como una tercera pierna. Se lo chupo para ponerlo duro y me folla primero en misionero, luego a cuatro patas, yo con el culo en pompa y él de pie sobre la cama, y finalmente él tumbado brincando sobre mi culo y mi espalda, hasta que se viene la preñada. Se corre durante por lo menos un minuto, de forma escandalosa, gimiendo, jadeando, sacudiéndose y temblando sobre mí mientras me va llenando de leche y más leche  y más leche que apenas puedo contener luego dentro. Me ha dejado el culo como una piscina de lefa.

El siguiente es un chico de veintipocos, que acaba de salir del trabajo. Llega con un botellín de cerveza y un pollón. Es la primera vez que quedamos y, conforme empieza a follarme, ya dice que quiere repetir otro día. Mientras está dentro de mí, me susurra al oído que quiere follarme en una playa, en público, y que otros tíos anónimos pasen a correrse en mi cara. También quiere que me folle algún amigo suyo pollón y hacerme una doble penetración. Me cuenta todas esas fantasías y por momentos frena y baja el ritmo para sentir su rabo saliendo de mi culo suavemente, pero en otros me da estocadas súbitas que me dejan sin aliento o me folla en plan animal. La primera vez me preña a cuatro patas y acaba exhausto tumbado sobre mi espalda, cuando llevábamos casi una hora de polvo. Al rato repite y me folla de nuevo, esta vez menos tiempo, y me vuelve a preñar esta vez en la posición del misionero, con mis piernas bien abiertas en el aire. Le beso y le acaricio la espalda mientras descarga dentro de mí, tembloroso y taquicárdico. Al rato vuelve a follarme una tercera vez. Esta vez se corre en mi boca, pero poca cantidad porque según él ya le he dejado los huevos secos. Nos dormimos haciendo la cucharita bajo el edredón, es como dormir abrazado a un radiador. 

El siguiente es cantante, ya me ha usado alguna vez para descargar y ese día está cachondo porque acaba de salir del gimnasio y en breve tiene que ir a una reunión de trabajo. Me pide que vaya a su piso para darme su leche en la boca. Llego y está en pelotas detrás de la puerta, así que me arrodillo y me meto su rabo en la boca hasta que se pone duro y al poco comienzo a sentir la boca inundada de lefa espesa y caliente, de un sabor dulzón. Me trago feliz mi desayuno, el desayuno de los campeones, y me marcho con una sonrisa. Seguro que ahora él se va también mucho más relajado a la reunión de trabajo, con los huevos vacíos.

Y para acabar, una tarde morbosa al azar. Estos últimos meses escribo poco en el blog porque de hecho estoy quedando y follando menos que otros años. La mayoría de los días no tengo tiempo o ganas y pueden pasar semanas sin que los activos den uso a mi culo. Luego, puntualmente, tengo días que estoy recachondo y dejo que usen mi culo por turnos. Esa tarde estoy en la puerta de una casa de una sola planta. El sitio me resulta familiar porque ya tuve sexo una vez ahí (sentando en una silla, me chuparon la polla hasta sacarme la leche) así que conozco la dirección. Toco al timbre y me abre un tipo alto y moreno, de unos treinta y tantos. Dejo mis cosas y me desvisto. Me arrodillo, le bajo el pantalón de chandal y me meto su polla en la boca, ahí mismo en la entrada de la casa. Pronto se endurece y crece dentro de mi boca, y me la como con dedicación. El tipo se desnuda y me lleva al sofá, me coloca a cuatro patas sobre la chaise longue y me la mete por detrás. 
Cuando ya me tiene así, a cuatro patas y con su rabo bien dentro, se abre una puerta del salón y aparece otro tipo, completamente desnudo y con el pelo canoso corto. Rodea el sofá y me da polla por la boca sin mediar palabra. Mis agujeros están para eso. 

Los rabos de los dos ¿amigos? ¿pareja? me taladran por boca y culo a la vez, deseosos de soltar su leche y celebrando que tienen una puta culona que se deja. El primero en correrse es el que ocupa mi culo. Acelera el ritmo, su respiración se entrecorta y se agarra a mis caderas en tensión mientras me preña a conciencia en medio de una sinfonía de jadeos y gemidos de uno y otro. Noto su rabo palpitando dentro de mí, vaciándose trallazo a trallazo, una burrada de lefa, hasta que considera que ya ha descargado del todo sus huevos y deja su sitio a su amigo.  "Y ahora tu turno" le digo entre risas y el tío sale de mi boca y se sienta en el sofá para que lo cabalgue. Me coloco a horcajadas sobre él y me meto su rabo, húmedo ya por mi saliva, dejando que la leche de su amigo o pareja se deslice desde mi ojal y haga de lubricante. Con mi ano rodeando su rabo voy subiendo y bajando, untándolo bien de la lefa recién ordeñada del otro chico. Como ve que en esa posición no puede acabar, me pone a cuatro patas de nuevo sobre la chaise longue. En esa posición mi culo hace sonido de chapoteo con cada embestida, chof  chof chof... madre mía toda la leche que me ha soltado el otro tío, y apenas tiene que darme unas pocas estocadas para llegar al orgasmo y preñarme por segunda vez en apenas tres minutos. 
Con el deber cumplido de haber ordeñado a los dos, me visto, me despido y me marcho. Conforme salgo conecto Grindr para ver si encuentro a algún otro que quiera batirme la leche y darme la suya. 

Estoy de suerte.

Justo en ese momento se conecta el chico que protagonizó una entrada del blog del pasado verano (aquel oso que estaba en la bañera y me preñó, él todo mojado y yo a cuatro patas sobre la cama), que vive a dos calles. Justo a quien esperaba ver, así que le escribo y me contesta que me pase por su casa.
Esta vez me espera vestido y seco, con un bote de popper y una toalla sobre la cama donde quiere que me coloque para usar mi culo y batirme la leche. Me encanta este chico.
Ahí estoy yo en pompa y él sobándome y olfateándome por detrás. "Sí que huele a lefa, sí" me confirma mientras me come el culo y lo explora con su dedo. Como ya está suficientemente abierto y lubricado, me la mete del tirón. "Eso es, vamos a batir bien" me dice con tono juguetón "Qué culazo, chaval, mira cómo suena". Chof chof chof chof, se escucha mientras me bate la leche de los dos tipos de antes. "Ya mismo te sale ahí nata montada", bromea. Tengo el ojal abierto y chorreando, y a él se le ocurre que quiere buscar a un cuarto, a un quinto, a un grupo, ofrecerme y monetizarme, que pasen y paguen en una hucha si quieren soltar su leche dentro de mi culo; que vayan llegando, pagando y enchufándomela para llenarme como lo haría un surtidor. Y cuando mi culo esté lleno a rebossar, buscar a un voluntario muy cerdo para soltarle la lefa en la boca desde mi ojal. 
Esas fantasías tendrán que quedar para la próxima vez, porque esa tarde el tiempo se nos viene encima. Es tarde y he quedado en un rato, así que para terminar pronto él la saca y se pajea hasta que está a punto, y entonces me la vuelve a meter del tirón hasta todo lo hondo y me preña llenándome con el tercer lefazo del día. Receta de pastel tres leches, referencia: mi culo.

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