Qué tienen en común un negro, un gitano, un asiático y un rumano? Que todos se han corrido en el mismo agujero

El mes pasado tuve sexo con 23 tíos. Hice de pasivo para 18 de ellos, doble penetración incluida; activo para 1 (mientras me enculaba otro tío haciendo el trenecito) y sexo oral con el resto. No me voy a poner a contarlos todos, así que he seleccionado cuatro: Will, Gheorghe, Michelle y Jay. Sí, podría ganarme la vida como relaciones públicas internacionales.


1) Will es un vietnamita de 26 años, aunque aparenta muchos menos. Pequeño y fibrado, con una cara aniñada muy agradable, de carácter alegre, un encanto. Will está de viaje con unos amigos y lleva una semana sin correrse el pobre. Cuando me dice eso, me veo en la obligación de ordeñarle. Nadie debería ir con los huevos así de llenos por la vida. No hay necesidad estando yo aquí.

Will viene a mi apartamento. Un chico tímido y educado, muy dulce. Nos besamos, tocamos y mamamos un rato. Lo tumbo en un colchón y me siento encima de él. Mi culo es un tragarrabos experto y sé cómo ordeñar a un tío sacándole hasta la última gota. Así que me pongo a moverme exprimiéndole mientras observo su cara de placer. En repetidas ocasiones me pide que pare, porque está al borde del orgasmo. Le hago caso las primeras veces para prolongar su placer. Pero al rato decido que es el momento de hacerlo explotar y le doy unos cuantos culetazos bruscos hasta que empieza a venirse dentro de mí (en el condón). Sus gemidos son como quejidos agudos (intenta ser discreto, supongo), mientras pone muecas y con sus manos se agarra a mis caderas vaciándose dentro de mí. Toda la lefa de la semana del chico asiático dentro de mí.


2) Gheorghe es rumano, 32 años. Llega a mi habitación de hotel y es un tío realmente guapo, con unos rasgos faciales finos (eso ya se veía en la foto que me mandó) y cuerpo velludo. Velludo no, lo siguiente. Tiene pelo por todas partes, mucho pelo. Eso no se veía tanto en las fotos pero me da igual. A Gheorghe le va el sexo cañero y apasionado. No para de mirarme a los ojos conforme me folla, lo cual a veces puede resultar un poco intimidante pero en su caso no, porque resulta obvio que le gusto mucho y es su manera de demostrarlo.

Gheorghe me agarra, me hace gagging, me escupe, me azota el culo, todo mientras me mira superexcitado. Una vez dentro de mi culo me da caña a saco, en varias posiciones. Se me sube encima, todo su cuerpo sudoroso y peludo frotándose contra mi espalda mientras me agarra del pelo y me mete los dedos por la boca y su rabo por el culo. Es un polvo intenso y me abandono a él, verdaderamente sabe cómo hacerme disfrutar y hay una conexión física realmente buena. Acabamos conmigo tumbado con las piernas abiertas en el aire y él bombeando y brincando dentro de mi culo hasta correrse en el condón. Al acabar está todo exhausto y sudado, pero me ha echado uno de los mejores polvos que recuerdo.


3) Michelle tiene nombre de tía, pero es un chico. Tiene 27 años y es gitano rumano. Tiene la piel tostada, una napia francamente grande y larga que me excita enormemente, pelo con tanto fijador que al tacto parece cartón, algún piercing, anillos y pulseras (le encantan los complementos, a más grandes mejores) y un llamativo tatuaje en el dorso de la mano. Me recuerda a un jugador de fútbol portugués, Quaresma, aunque Michelle es bastante más alto y joven. Fibrado y con muy buena planta.
Estamos charlando un buen rato sobre su país y sobre el mío, sobre sus aficiones y sus viajes soñados, me pone videos de su familia (todos tienen la misma napia formidable) y de su país. Estamos los dos tumbados viendo vídeos en su móvil durante un largo rato. Su ciudad en verano, su ciudad en invierno, las pistas de esquí, los 10 lugares más turísticos de Rumanía, maravillas de la naturaleza en Rumanía, etc... Por un momento pienso que no tiene otro interés en mí que el de venderme un pack turístico, y es una pena porque estoy cachondísimo, y más cuando veo su perfil iluminado por la luz del móvil, su piel morena y esa nariz que es puro sexo.

Le acaricio con mis dedos en la espalda por encima de su jersey mientras miramos los videos y él deja el móvil y se lanza a besarme. Supongo que estaba esperando una primera señal o algo. Michelle es muy besucón. Me mete su lengua por todas partes. Boca, oreja, cuello, culo. Me lame hasta la piel de las rodillas provocándome cosquillas. Yo también lo beso y me lanzo a por su cuello. Su nuez es enorme, muy prominente. Le acaricio (incluso el pelo, que eso no hay quien lo toque sin quedarse pegado en él) y me abro de piernas para él. Me quita el suspensorio y se lanza a comerme la polla. La veo desaparecer hundiéndose en su garganta. Pienso ahora en su nuez y me excito.

Me da la vuelta y se tumba sobre mí. No necesito lubricante porque me tiene abierto de par en par, así que su pene entra en mi culo sin resistencia. Me la ha metido a pelo y eso me excita, tener a ese chico piel con piel dentro de mí. Desearía que me llenara de leche hasta las trancas, pero en el fondo soy demasiado responsable y le pido que pare y se ponga condón.
Estamos un rato más, el enculándome, chocando contra mis nalgas (las suyas son fibrosas y contundentes, pero es exclusivamente activo), agarrados por las manos, la suya tatuada y con anillos cogiendome la mía, hasta que se corre en el condón dentro de mi culo. Después se vuelve a poner el chandal, yo cojo lo primero que pillo de ropa y salimos a pasear por la ciudad, ya de madrugada.


4) Jay tiene solo 23 años y es de Jamaica. Negro, con unos labios para morirse, cuerpo fibrado, buen rabaco y unas nalgas respingonas apuntando al techo. Quiere culo y yo voy a dárselo. Pero antes beso sus labios, esa maravilla de la naturaleza, y acaricio su cuerpo mientras mi boca presta sus servicios a ese rabaco a medio empalmar.
Follando es un un tío intenso y tiene bastante aguante. Normalmente los tíos de su edad se me corren de momento, pero él está dándome caña durante un buen rato. Yo estoy abierto porque apenas unas horas antes dos tíos me han hecho una doble penetración, así que aguanto el rabo jamaicano como un campeón, todo el rato que él quiera montarme.

Lo hace en varias posiciones, dándome caña a saco, destrozándome a cuatro patas con su pelvis chocando salvajemente contra mis nalgas y haciendo un ruido que debe oírse en toda la planta del edificio. Después me tumba boca arriba y me abre de piernas, penetrándome en modo misionero. Acto seguido me las junta y me las cruza, para que la piel de mi ojal roce aún más contra su rabo conforme me embiste.

Noto que comienza a agitarse, la respiración a entrecortarse. Veo su mueca de placer, sus labios entreabiertos jadeando y empiezo a notar como su polla palpita en mi interior conforme eyacula (veo ensancharse con un ritmo pulsatil la parte del rabo negro que asoma de mi ojal) y de repente noto también el calor de su leche. Por un momento pienso que se ha roto el condón y me está preñando, porque puedo sentir el calor de su lefa llenándome, pero cuando saca el rabo toda la lefa está colgando en el condón. Una cantidad bestial. El pobre está sudoroso y sin aliento, no me extraña. Se tumba agotado mientras le traigo un vaso de agua. Si viviéramos en la misma ciudad me tendría a su disposición cada vez que necesitara vaciarse así.

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