Un segurata me la clava en el trabajo / Un chaval me folla el culo mientras su hermana ve la tele

Estoy de vacaciones en una playa del sur y me escriben dos tíos, un chaval de 19 años y un treintañero de buen ver. Hablamos de quedar para ponerles el culo en casa del treintañero, así que me preparo, me coloco mis suspensorios y me voy hacia allí dándome un paseo. Por el camino, el chaval de 19 me escribe para decirme que no se fía del otro y que prefiere follarme él en su casa, que está solo con su hermana.

Me asegura que no habrá problema, así que voy en su dirección y cuando llego me está esperando en la calle. Es un chico guapo y muy moreno de piel, de esos morenos renegríos de la gente que vive por y para la playa. Subimos en el ascensor casi en silencio y entramos en el piso. Tiene un perro ENORME, no sabría decir la raza, pero se lanza hacia mí y a duras penas consigo no tropezar ni caer derribado al suelo. La hermana está tumbada en el sofá delante del ventilador, con poca ropa y ese característico tedio adolescente de las tardes de verano. Me mira inquisitiva como diciendo "Este quién será?" pero a la vez comprendiendo la situación en plan  "No te da vergüenza venir a lo que vienes, puta?".

No, no me da vergüenza. Estoy deseando que me la clave tu hermano mayor y de buena gana me pondría a cuatro patas para él en mitad del salón, para que vieras los cojones de tu hermano bamboleándose contra mi culazo conforme me embiste y descarga. Pero el chaval me lleva hacia su cuarto y cierra la puerta.

Nos magreamos, le bajo los slips y los shorts y me arrodillo a mamarle su polla morena. Él me agarra del pelo y dirige mi cabeza y mi boca. Luego se quita la camiseta y se tumba en la cama (la parte de abajo de una litera, algo estrecha). Tiene un cuerpo precioso y una piel lisa color canela. Mientras me arrodillo a chuparle con mi devoción característica, él se lía un cigarrillo y se lo va fumando. Algo de tabaco se le escapa y me cae a mí, pero no me importa. Estoy de rodillas en el suelo, en suspensorios con el culo en pompa, dándole gusto con mi lengua mientras él se relaja y fuma.

De fondo oigo la tele y el ventilador. Y el perro. El perro está como loco por entrar en la habitación. Golpea la puerta y la araña con sus patas. Es una situación un poco cómica. Por un momento pienso que la hermana va a abrir la puerta y se va a topar con mi ojal en pompa o que el perro va a conseguir entrar y va a tomar mi culazo abierto como un ofrecimiento. Por suerte ninguna de las dos cosas ocurre, y es el chico el que se incorpora y se pone un condón.

Se arrodilla a inspeccionar mi culo con su lengua y me lo lame como un buen perrito hasta dejarme la raja completamente húmeda. Yo además me lo unto con lubricante y me distiendo el ojal un poco con los dedos, preparándome para recibirle. Él me la clava hasta el fondo y empieza a embestirme mientras sigue con su cigarrillo. Intentamos no hacer mucho ruido y gemir bajito, pero el ruido de la cama es inconfundible y la hermana debe saber ya a estas alturas que tengo el rabo de su hermano metido hasta todo lo hondo.

Continuamos así un rato, recibiendo polla a cuatro patas sobre la litera de abajo y él de pie detrás de mí. Imagino su polla joven y morena entrando en mi culazo blanco, perdiéndose dentro de mi ojal, y me excita. Él está tardando en correrse, así que la saca y se la pajea un rato para dejarla a punto de nieve. Cuando ya está casi, la vuelve a meter y empieza a gemir mientras se agarra a mis caderas y vacía sus pelotas cargadas de lefa dentro de mí. Después sigue follándome un rato más, la saca, se quita el condón y oigo el inconfundible ruido de una paja, ese ruido húmedo de frotar con fuerza, hasta que siento varios chorrazos de leche de macho tibia que se estrellan contras mis nalgas y me las dejan pringosas y calientes. Se ha corrido dos veces, como un campeón.

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Pocos días después me entra un tipo. Es un segurata de unos 40 años, latinoamericano, atractivo y con barbita. Está solo en la oficina donde trabaja y está a mil. Necesita un culo. Así que me preparo y allá voy para que pueda desahogarse.

El edificio está en plena avenida y está en obras. Hay varios tipos pintando en la planta de abajo, pero yo paso como Pedro por su casa hacia los ascensores y subo a la planta que me ha indicado. Allá está él esperándome, con su uniforme de guarda de seguridad y una sonrisa nerviosa.

Es por la mañana y un día laboral, pero la oficina está vacía. Quizá por las obras del edificio, ni lo sé ni me importa, pero me imagino el tedio que debe tener el pobre trabajando allí. Y encima cachondo.
La oficina tiene grandes ventanales, así que no sería muy discreto por nuestra parte ponernos a follar ahí en medio, por lo que nos vamos a los baños. Allí, él se baja los pantalones y se desabrocha la camisa de su uniforme. Yo me bajo los shorts para ofrecerle mi culo en suspensorios y el tío me la mete allí mismo, follándome todo el rato delante de un gran espejo que ocupa la pared de los lavabos.

Me encula de pie. Está muy cachondo y desesperado por usar mi ojal. Oigo su pelvis chocando contra mis nalgas y al poco su respiración entrecortada y unos gemidos que me indican que está soltando toda la lefa acumulada dentro de ese sacaleches de primera que tengo por culo. Acabamos sudorosos. Veo su torso todo húmedo y la camisa abierta con el indicativo de SEGURIDAD. Me sonríe agradecido. Me doy un par de palmadas en el culo como diciendo "trabajo cumplido" y me voy a ver a quién descargo ahora.

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