Eagle Bar (1ª parte): dos amigos filipinos se turnan para usarme


Llevaba varios días sin follar y por la tarde quedé con un chico chileno que quería que le pusiera el culo. Fue algo rápido, me bajé los pantalones por detrás para que pudiera usarlo y cuando se corrió (dentro de mí, en el condón) me los volví a subir y nos sentamos a tomarnos una Cola Zero. No me corrí pero me puse suficientemente cachondo como para lanzarme a buscar más. Fue el primero de cinco.

Más tarde cay de Amsterdamlo para cuatro teros me han dicho que tengo el culo como un coño. Tendrados y divertido era pasivo. Era activo y esó el segundo, un árabe en busca de agujero, nada especialmente reseñable, así que por la noche me fui a un local de ambiente, el Eagle, bastante enano aunque bien distribuido. Tres pequeños pisos: la planta principal; bar y pista de baile. La planta superior; sofás para relax.  La planta inferior; laberinto y cuarto oscuro.

Llegué pronto y había poca gente. Me llamó la atención un tipo de veintitantos con camiseta de tirantes blanca y vaqueros raídos, con cara de morboso o de colgado, que iba puesto de algo y pronto empezó a bailar solo sin camiseta, como en trance, mostrando un buen cuerpo de gimnasio. 

En la planta baja, el chico se acercó a mí y me besó, le acaricié un poco el torso, pero luego se puso a comportarse de manera extraña, como si buscara a alguien y desapareció. Más tarde lo volví a ver esnifando algo de la mano de otro tipo mientras se pajeaban mutuamente.

Había otro chico interesante, alto, barbudo y bien formado. Bastante guapo. Me acerqué tímidamente y nos besamos, pero el chico resultó ser pasivo y no hubo nada que hacer.

El local comenzó a llenarse, el bar y el laberinto, con más acción y más cuerpos. Llegaron dos amigos filipinos que podían haber sido gemelos. Los distinguías porque uno llevaba gorra y el otro no. Debían tener veintipocos años, bajitos y morenitos, con rasgos agradables. Estuvimos hablando un rato. Estábamos en el laberinto y en un momento dado el chico de la gorra comenzó a acariciarme y se arrodilló a mamarme en público. El otro se perdió dejándonos solos.

Durante un buen rato me la mamó delicadamente mientras yo estaba de pie y me bajaba el pantalón por detrás para enseñarle el culo a los demás tíos  de la zona. Algunos se acercaban y me lo acariciaban. Un tipo con una gran barba intentó metérmela a pelo y lo paré. 

Después de media hora sacándole brillo a mi polla, Filipino con Gorra resultó ser pasivo. Nunca se había follado un culo, tendremos que creerle, pero dijo que por mí haría una excepción. 

Buscamos una cabina donde meternos. El filipino decía ser nuevo en esto del cruising pero el tío se conocía cada recoveco del local mejor que el propietario, cada cabina y cada cerrojo como si los hubiera instalado él. 

En la cabina me incliné para ofrecerle el culo en mis josckstraps y el chico empezó a encularme con dedicación. Tenía la polla pequeña pero follaba bien. 
No sé cuánto tardó en correrse. Lustros? Siglos? Yo miraba mi reloj de manera disimulada e imaginaba que el otro filipino debía haber vuelto ya al hotel harto de esperar, o que estaría ya en el primer vuelo rumbo a Manila. 

Por fin anunció que se iba a correr y acabó dentro de mí en el condón. Muy educado se atusó la ropa y nos despedimos. 

No habían pasando ni tres minutos cuando el otro filipino hizo acto de presencia. Se plantó delante de mí y me fulminó con la mirada. No sé si estaba celoso del amigo (eran pareja? eran familia?) o simplemente cabreado por haberlo dejado tirado casi una hora. 

El caso es que el segundo filipino se me plantó delante y con chulería se sacó la polla y me hizo arrodillarme. Me folló la boca apenas un minuto y me volvió a poner de pie. 

Me metió en un cubículo sin puerta, en el que nos podía ver todo el mundo, me bajó los pantalones por detrás y me puso contra la pared para poder encularme a su gusto. Creedme si os digo que este filipino no era pasivo. Ninguno de los dos filipinos tenía gran polla, pero el tío se folló mi culo a conciencia, cañero, de pie y chocando con energía contra mis nalgas mientras yo recibía y jadeaba y la gente se asomaba a ver la acción.  

El filipino la sacó para acabar haciéndose una paja, pero lo paré y le convencí de que la volviera a meter y se corriera dentro de mí. Al tío le gustó la idea y siguió culeándome un rato más hasta correrse entre gruñidos dentro de mí, en el condón. 

Era mi cuarto tío ese día y la tercera polla que deslefaba con mi culo. Pero lo mejor estaba por pasar.


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