Eagle Bar (2ª parte): un adonis negro me folla en público


Cuando el segundo filipino acabó, se retiró de mi culo y salió del cubículo. Quedaron tres o cuatro espectadores esperando que les dejara continuar con la faena. Se me acercó un chico bastante rellenito con un rabo aún más gordo. En ese momento no tenía muchas ganas de más, pero se lo agarré y palpé un auténtico tronco babeante, así que no pude hacer otra cosa que colocarme de nuevo cara a la pared para ofrecerle el culo, pero el tío intentó follarme a pelo y lo paré.

Decidí irme ya a dormir, satisfecho con haberme tirado a cuatro tíos en un día y haber ordeñado con el culo a tres de ellos. Pero para salir tenía que atravesar la zona de la barra del bar y entonces lo vi a él, a R., un guapísimo negro holandés, rapado, cuerpo de gimnasio y vestido muy pulcro con un fino jersey blanco. Hablaba y reía con unos amigos mientras bebía una cerveza. Destacaba entre todos los demás tíos del bar y lo notabas porque los pasivos no le quitaban ojo de encima e intentaban seducirlo con la mirada. 

Sinceramente, no pensé que el tipo fuera a fijarse en mí, así que continué mi paso hacia el guardarropa, pero al pasar por su lado le eché una última mirada aunque solo fuera para recrearme viendo a un tío tan cañón. Entonces él me vio y me paró sujetándome la cintura con su brazo.

- Are you leaving? – me dijo. 
- Yes, unless you want me to stay – le contesté yo, dejando claro que ser un estrecho no es uno de mis defectos.
- Yes, I want you to stay – y bajó la mano a mi culo, palpándomelo a través de los vaqueros. Directo a donde debe ir. 
- I guess I can stay if you wanna fuck me.

R. captó la sutileza de mi comentario y la mano que estaba palpando mi culo por fuera del vaquero se metió a palparlo por dentro, allí en mitad del bar. Supongo que le gustó lo que tocó y me hizo acompañarlo guiándome agarrado sin sacar su mano de mi pantalón. Cogió unos condones  de un dispensador y me pidió que subiéramos al piso de arriba, el de los sofás y la zona de relax. Por un momento me extrañó que no bajáramos a la planta sótano, donde está la acción, pero R. tenía muy claro lo que quería.

Apenas había un par de personas en la zona relax y la luz era tenue y cálida. Todo el mundo estaba en el bar de abajo o en el cuarto oscuro de dos plantas más abajo.

Nos pusimos de pie delante de la gente que había allí. R. tenía un punto exhibicionista y ese era el objetivo de subir a follar allí arriba. Se bajó los pantalones hasta las rodillas y se sacó un rabaco negro ya empalmado que me lancé a comer con devoción. Me arrodillé ante él y empecé a mamarle polla y huevos, olisqueándolos y acariciando sus muslos y su abdomen, firmes y duros, con una piel sedosa y oscura. Juro que no se puede estar más bueno.

R. me incorporó y me dio la vuelta. Se puso el condón y me la metió allí mismo de pie en mitad de la sala. Yo me agarraba a lo que podía y él se agarraba a mis hombros para metermela hasta el fondo, una polla bastante grande aunque en otras ocasiones me han follado chicos de color más dotados. R. me enculaba a su ritmo, dando de vez en cuando estocadas bruscas hasta el fondo que me cortaban la respiración y dolían un poquito. Pero no iba yo a quejarme, claro.

Vi acercarse a uno de los encargados del local y pensé que nos iba a recriminar que estuviéramos follando allá arriba en público en vez de en el cuarto oscuro. Pero no, venía según él a ofrecernos sobres de lubricante. Tal cual. Dudo que el tipo se acerque a ofrecerle lubricante a cada pareja que folla en su local, así que probablemente lo que quería era verle el rabo al negro. Pero poco pudo ver, porque yo ya lo tenía bien metido hasta el último centímetro dentro de mi culo, como buen puto egoísta. 

Le contestamos que no era necesario el lubricante (y no lo era, era mi quinto tío de la noche y tenía el ojal más que abierto) y seguimos a lo nuestro.

Después de un rato follando de pie en mitad de la sala, me hizo quitarme los pantalones y me sentó en uno de esos poyetes donde se apoyan las bebidas. Era duro e incómodo pero me daba igual. Ahí sentado me abrí de piernas y él de pie continuó penetrándome. Le abracé con las piernas y con los brazos y me dejé hacer. Aunque follando era un poco dominante (en un momento me propinó un pequeño bofetón porque dijo que no debía haberme depilado el culo), por lo demás era encantador, y charlábamos y nos reíamos mientras me daba rabo y me besaba.

Para entonces otros tres o cuatro tíos habían subido a la planta y nos observaban.
Volvimos a cambiar de posición. Detrás de los sofás había un espacio con un sling (como en el salón de cualquier casa, vaya). Me subí a él y me abrí de piernas para ofrecerme. 

R. volvió a meterme el rabo y se echó sobre mí. Yo estaba en el séptimo cielo, por la follada y por saber que teníamos público, así que me abrazaba a su espalda y le daba cachetes en su culazo, pidiéndole más ritmo y más caña para mi puto culo, gruñendo de gusto y trayéndolo hacia mí para que ni un milímetro de rabo negro quedara fuera de mi ojal. Los tipos alrededor lo vitoreaban mientras me embestía y le sobaban el culo. Le decían algo que yo no alcanzaba a escuchar bien. 

- They say I have a good ass - me contaba él sin salirse de mí. Vaya que sí.

Se sumaron al público tres amigos ingleses, jovencitos, con un aire a los Tripletz. Estaban sorprendidos pero encantados y divertidísimos con la situación. Uno de ellos, bastante mono, no paraba de decirle a R. “I want to feel you inside me too”. Los otros dos nos rodeaban, sin quitarle ojo al pollón negro entrando y saliendo de mi culo, y nos hablaban sin parar.

-       Can you show us your dick? – a él.
-       NO!! Hahaha.
-       How long is his dick? – a mí.
-       HUGE!! – decía yo poniendo los ojos como platos.
-       How long do you feel it inside you? – me preguntaban como si mi culo fuera una cinta métrica. Y yo les contestaba delimitando en el aire el tamaño de la polla de R. con las palmas de mis manos, exagerándolo como si midiera casi un metro. 
R. se descojonaba.
-       Are you enjoying it? - me preguntaba el inglés más lanzado.
-       YESSSSSSSS!!!!!!
-       Yeah, you look like you do.

R. se divertía con la situación pero el público que nos interrumpía y le sobaba lo desconcentraba y se le acabó poniendo un poco blanda. Seguimos un rato más, ya sin tantas interrupciones y con su polla más dura, bombeando en la misma posición hasta que paró. O bien se corrió o bien se cansó, aunque no lo noté llegar al orgasmo.

-       Now you can go to sleep – me dijo sacándome el rabo. Pero antes de dejar que me incorporara se agachó para ver cómo de abierto me había dejado el ojal, orgulloso de su taladro.

Me contó que le había gustado mucho desde que me vio en el bar (omg!) y que quería volver a quedar conmigo. Nos dimos los teléfonos y nos morreamos un poco más. Esa misma noche nos mandamos varios mensajes, pero fue imposible volver a quedar, ya que solo íbamos a coincidir un día más en la misma ciudad. De todas formas me queda esta experiencia, una de las más morbosas que he vivido y con uno de los tíos más espectaculares que me han follado.

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